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OIT – La economía rural: Una fuente sin explotar de empleos, crecimiento y desarrollo

 

El trabajo decente es cada vez más reconocido como un motor indispensable del desarrollo sostenible, con el potencial para sacar de la pobreza a los hogares y a las comunidades. La pobreza es predominantemente un fenómeno rural. De hecho, en las zonas rurales vive la mayoría de los pobres del mundo.

 

La OIT estima que en los países emergentes y en desarrollo, más de 80 por ciento de los pobres viven en las zonas rurales. En 2012, las tasas de pobreza extrema (definida como el número de personas que viven con menos de 1,90 dólares al día en términos de paridad del poder adquisitivo), eran cuatro veces más altas en las zonas rurales que en las zonas urbanas. Una gran parte de las poblaciones rurales pobres siguen dependiendo de la agricultura de subsistencia poco productiva para ganarse la vida. Los hogares rurales más pobres no tienen acceso a los bienes productivos y, con frecuencia, dependen del ingreso del empleo asalariado.

 

De los 300-500 millones de trabajadores asalariados en la agricultura, muchos dependen de empleos en el sector de las plantaciones. Un 59 por ciento, o más de 98 millones de niños que trabajan (de 5 a 17 años) se encuentran en las zonas rurales, la mayor parte en la agricultura. El trabajo forzoso es también más frecuente en la agricultura.

 

 

Para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)  de aquí a 2030, y poner fin a la pobreza extrema en todo el mundo, será necesario darle una mayor atención a las políticas para el desarrollo rural. Dar prioridad al trabajo decente en la economía rural en las agendas políticas nacionales e internacionales, es indispensable para encontrar soluciones sostenibles y a largo plazo a los enormes desafíos que enfrentan cientos de millones de personas en todo el mundo.

 

Numerosos factores contribuyen a la pobreza de las poblaciones rurales: la informalidad; instituciones débiles, incluyendo la ineficacia para aplicar y hacer cumplir las leyes; la ausencia de un clima favorable a las empresas; sistemas de producción poco desarrollados; infraestructuras deficientes y un acceso limitado a los servicios, como a la educación, las finanzas y la asistencia sanitaria.

 

Las dificultades que enfrentan las economías rurales son múltiples y están interrelacionadas y, para superarlas, son necesarias intervenciones integradas, intersectoriales, multilaterales y adaptadas al contexto. La estrecha cooperación y coordinación entre las dependencias gubernamentales es esencial para garantizar que las intervenciones obtengan los resultados esperados.

 

 

Fuente: OIT 13.Marzo.2017