
Según una nueva investigación del Banco Mundial, los flujos de inversión extranjera directa (IED) hacia las economías en desarrollo —un factor clave que impulsa el crecimiento económico y la mejora de los niveles de vida— han disminuido al nivel más bajo desde 2005 en medio de los mayores obstáculos al comercio y a la inversión. Estas barreras son una amenaza importante para los esfuerzos mundiales dirigidos a movilizar financiamiento para el desarrollo.
En 2023, el último período para el que se dispone de datos, las economías en desarrollo recibieron solo USD 435 000 millones en IED, el nivel más bajo desde 2005. Esto coincide con una tendencia mundial en la que los flujos de IED hacia las economías avanzadas también se han desacelerado: las economías de ingreso alto recibieron solo USD 336 000 millones en 2023, el nivel más bajo desde 1996. Como porcentaje del PIB, las entradas de IED destinadas a las economías en desarrollo en 2023 fueron de solo el 2,3 %, aproximadamente la mitad de 2008, el año de cifras más altas.
Según el estudio, los tratados de inversión tienden a aumentar los flujos de IED entre los Estados signatarios en más de un 40 %. Entre 2010 y 2024, solo entraron en vigor 380 nuevos tratados de inversión, apenas un tercio del número registrado en la década de 1990. De manera similar, en el informe se observa que los países con mayor apertura comercial tienden a recibir más IED: un 0,6 % adicional por cada punto porcentual de aumento en la relación entre el comercio y el PIB. Sin embargo, la cantidad de nuevos acuerdos comerciales firmados en la última década se redujo a la mitad, de un promedio de 11 por año en la década de 2010 a solo seis en la década de 2020.
En el informe se identifican tres prioridades en materia de políticas para las economías en desarrollo.
En primer lugar, redoblar los esfuerzos para atraer IED. Podría ser un buen comienzo flexibilizar las restricciones a la IED que se han acumulado durante la última década. También lo sería acelerar las mejoras en el clima para la inversión, que se han estancado en muchos países en los últimos 10 años. En la investigación se expone que los sólidos resultados macroeconómicos —un crecimiento saludable y una mayor productividad laboral— también ayudan a acelerar los flujos de IED. Un aumento del 1 % en la productividad laboral de un país, por ejemplo, se asocia con un incremento del 0,7 % en las entradas de IED.
En segundo lugar, amplificar los beneficios económicos de la IED. Promover la integración comercial, mejorar la calidad de las instituciones, fomentar el desarrollo del capital humano y alentar a más personas a participar en la economía formal aumentan los beneficios de la IED. Los Gobiernos también pueden amplificar los beneficios canalizando la IED hacia los sectores donde el impacto es mayor. La IED también puede contribuir a aumentar las oportunidades laborales para las mujeres: las filiales nacionales de empresas multinacionales, por ejemplo, tienden a tener una mayor proporción de empleadas mujeres que las empresas nacionales.
En tercer lugar, promover la cooperación mundial. Todos los países deberían trabajar juntos para acelerar las iniciativas de política que ayuden a dirigir los flujos de IED hacia las economías en desarrollo que tienen los mayores déficits de inversión. Especialmente en una época de fuertes tensiones geopolíticas, el Banco Mundial y otras instituciones internacionales cumplen una función crítica para respaldar un orden basado en normas. La asistencia técnica y financiera para apoyar los esfuerzos de reforma estructural en los países en desarrollo, especialmente los países de ingreso bajo, es fundamental para facilitar las entradas de IED. El Grupo Banco Mundial, el mayor banco de desarrollo del mundo, cumple una función clave en la movilización de capital privado, creando instrumentos que reducen los riesgos financieros para los inversionistas, ayudando a mejorar las condiciones de los mercados en las economías en desarrollo y aumentando su interacción con el sector privado.