
La prematuridad, definida como el nacimiento que se produce antes de que se completen las 37 semanas de gestación, representa una de las principales causas de mortalidad neonatal, morbilidad y discapacidad. Los recién nacidos enfrentan un riesgo de complicaciones significativamente mayor: desde infecciones, dificultades respiratorias y crecimiento deficiente, hasta retrasos en el desarrollo neurológico, escolar y en su salud a lo largo de la vida.
Bajo el lema “Brindar a los bebés prematuros un buen comienzo para un futuro esperanzador”, la OPS se suma a la Organización Mundial de Salud (OMS) a este llamado mundial que busca visibilizar la necesidad de garantizar acceso universal a los cuidados de calidad desde el nacimiento.
Los desafíos son múltiples y van más allá del cuidado clínico. Para las familias, un nacimiento prematuro implica ingresos reducidos, largas hospitalizaciones, estrés emocional, barreras de acceso a servicios y cuidados continuos. Para la sociedad, supone un costo elevado en términos de salud, apoyo psicosocial, educación especial y productividad futura. Y para los equipos de salud, exige contar con profesionales especializados, particularmente en neonatología y enfermería, recursos tecnológicos, protocolos de calidad, coordinación intersectorial y continuidad del cuidado desde la unidad neonatal hasta la primera infancia.
En respuesta a estos desafíos, la resolución aprobada por la Asamblea Mundial de la Salud en mayo de 2025 insta a los países a invertir en intervenciones de alto impacto de reconocida eficacia, como el inicio temprano de la lactancia materna, la aplicación del método de cuidado canguro y el apoyo familiar, el uso seguro del oxígeno cuando se requiere y la disponibilidad de medicamentos de calidad, que mejoren la salud de bebés prematuros y con bajo peso al nacer.