
El olivo es un árbol frutal milenario, que tiene su origen en el sur del Cáucaso y hasta la zona costera de lo que hoy es Siria.
El aceite, que se obtiene de su fruto, llamado aceituna u oliva, era considerado sagrado y fue empleado por los fenicios, egipcios, romanos y griegos en sus rituales religiosos.
También se utilizaba como producto cosmético para el cuidado de la piel y el cabello y con fines medicinales por sus propiedades beneficiosas para el organismo.
El consumo de este aceite ha sido recomendado por especialistas en nutrición, ya que contiene ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados que ayudan a reducir los niveles de colesterol “malo” en la sangre, antioxidantes, vitamina E y polifenoles.
Sus propiedades también contribuyen a mejorar las funciones intestinales —ya que favorece la absorción de nutrientes—, del corazón y cerebrales, por lo que se recomienda a personas que padecen diabetes, hipertensión, sobrepeso, hipercolesterolemia y problemas cardíacos en general.
Por estas razones, el 26 de noviembre fue proclamado como Día Mundial del Olivo por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).