
La violencia que enfrentan millones de mujeres en sus hogares no solo viola sus derechos, sino que arrastra a sus hijos a entornos inseguros, adversos y marcados por el miedo, advirtió el Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF).
En un nuevo informe sobre el tema, UNICEF reveló que uno de cada cuatro niños en el mundo -unos 610 millones-, vive con una madre que ha experimentado violencia física, emocional o sexual por parte de su pareja en los últimos doce meses.
Las cifras muestran que esta forma de violencia, a menudo invisibilizada, es una realidad cotidiana en millones de hogares y una amenaza persistente para el desarrollo y el bienestar infantil.
El informe, que contiene por primera vez datos regionales de la exposición infantil a la violencia de pareja contra sus madres, muestra marcadas diferencias en las diferentes zonas del mundo, reflejando desigualdades estructurales y patrones geográficos ampliamente documentados de violencia contra las mujeres.
El informe también detalla la situación en otras regiones:
Norte de África y Asia Occidental: 26% o 52 millones de niños
América Latina y el Caribe: 19% o 35 millones de niños
Asia Oriental y Sudoriental: 21%, o 105 millones de niños
Europa y América del Norte: 13% o 28 millones de niños
Australia y Nueva Zelanda: 5% o 400.000 niños
En el caso de América Latina y el Caribe, el 19% representa casi una quinta parte de los niños de la región viviendo en hogares donde la violencia de pareja forma parte de la dinámica familiar reciente.
Ante la magnitud del problema, UNICEF pidió a los gobiernos implementar de inmediato estrategias integrales para frenar tanto la violencia contra las mujeres como la violencia contra los niños, y emitió una serie de recomendaciones, entre las que destacan:
Coordinar y ampliar planes que reduzcan simultáneamente ambas formas de violencia, incluyendo el apoyo a organizaciones dirigidas por mujeres y niñas
Expandir los servicios centrados en las sobrevivientes, garantizando que mujeres y niños tengan acceso a atención, protección y espacios seguros
Invertir en prevención, desde programas de apoyo a la crianza hasta iniciativas escolares que promuevan la igualdad de género y relaciones no violentas
Transformar las normas sociales que sostienen la desigualdad y la violencia, y amplificar las voces de jóvenes y sobrevivientes