
El 26 de diciembre de 2004, un terremoto en el Océano Índico provocó un devastador tsunami que se cobró trágicamente la vida de unas 230.000 personas y afectó a 14 países. Este fenómeno marcó la primera gran catástrofe mundial del siglo XXI y sigue siendo una de las más mortíferas de la historia reciente.
Quienes sobrevivieron a la catástrofe aprendieron a reconocer las señales de alerta de un tsunami y a buscar terrenos elevados, enseñanzas que han quedado grabadas en su memoria.
Los tsunamis pueden ser mortales, pero no tienen por qué serlo. La alerta y la acción temprana son herramientas eficaces para proteger a las personas, salvar vidas y evitar que la amenaza se convierta en un desastre. Para ser eficaces, los sistemas de alerta temprana de tsunamis deben abarcar a todas las personas en riesgo, deben ser multiamenaza y las comunidades deben estar preparadas para poder actuar con rapidez.
La palabra "tsunami" (o sunami) está formada por las palabras japonesas "tsu" (puerto) y "nami" (ola). Un tsunami es una serie de olas gigantescas que se producen por una perturbación bajo el agua, por lo general, asociada con los terremotos que ocurren en el fondo del océano o cerca de él.
Las erupciones volcánicas, los deslizamientos de tierras submarinas y las desprendimientos de rocas costeras también pueden provocar un tsunami, al igual que el impacto de un gran meteorito en el océano. Se originan a partir de un movimiento vertical del fondo marino, con el consiguiente desplazamiento de la masa de agua.
Las olas del sunami normalmente parecen muros de agua que golpean violentamente la costa durante varias horas en intervalos de entre 5 y 60 minutos. La primera ola suele ser imperceptible, pero le siguen otras de una magnitud sin precedentes. El agua retrocede tierra adentro, mientras que una nueva ola se precipita arrastrando consigo los numerosos residuos y daños causados por las olas anteriores.
¿Qué puede causar un sunami?
Terremotos
Derrumbes
Erupción volcánica
Colisión extraterrestre