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UNAM – Negligencia y abandono, formas predominantes de maltrato hacia los menores

 

En México, una tercera parte de los infantes sufre maltrato; sin embargo, esta cifra sólo se refiere a la violencia evidente, porque hay tipos más sutiles, como la negligencia y el abandono, que se dan en todas las clases sociales; no son registrados y alcanzarían al 70 por ciento de este sector, afirmó Noemí Díaz Marroquín, profesora de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.

 

En la actualidad, se ha vuelto común que los pequeños no tengan más compañía que la televisión, los dispositivos móviles o los videojuegos, en parte porque los padres, debido al escenario económico actual, deben salir a trabajar; al regresar a casa, pocos tienen tiempo y energía para atender las necesidades de sus hijos.

 

La terapeuta aseveró que cualquier forma de agresión tiene repercusiones psicológicas. En el 70 por ciento de estos casos, los adultos son negligentes en su cuidado y, por lo tanto, hay un abandono emocional e indolencia ante sus requerimientos.

 

En muchos casos los pequeños cuentan con alimentación y seguridad, pero no es suficiente porque precisan acompañamiento y amor para crecer de manera óptima, subrayó.

 

Esta deficiencia se aprecia en todos los estratos socioeconómicos y se agrava en casos de pobreza y de pauperización extrema, donde las madres suelen ocuparse de los vástagos y los engendradores no están presentes. En estos escenarios las mujeres están tan enfocadas en la supervivencia diaria que tienen poco espacio y vigor para propiciar apego y ternura; aún así hay quienes sí lo hacen, resaltó.

 

En contraste, en las clases altas hay buena cantidad de pequeños a cargo de nanas o choferes, pues en muchos casos los padres no se interesan por ellos.

 

 

 

La víctima

 

Por lo general, los maltratados físicamente son agresivos en otros entornos, tienen baja autoestima, poco sentimiento de logro y un retardo en su desarrollo social y cognoscitivo, refirió Díaz Marroquín.

 

Quienes son privados emocionalmente son más sumisos, proclives a ser vejados en otros contextos y al crecer presentan depresiones severas, afirmó la terapeuta.

 

Infancia no es destino y hay personas que pese a haber vivido con alta privación de amor y maltrato salen adelante por su capacidad de resiliencia; así, tras estar en condiciones extremas exhiben los recursos suficientes para no repetir patrones. “Sin embargo, al llegar a la adultez la mayoría de las víctimas pasan a ser victimarios”, alertó.

 

 

 

Fuente: UNAM 03.Junio.2015